Creo que he superado mi habilidad de vivir el presente cimentado en cosas pasadas, ahora vivo mi presente aprovechando mi pasado, esta inyección de ¡¡me vale madre!! me ha hecho optar por NO continuar hincada sobre acontecimientos dolientes y melancólicos; asimismo, comienzo a tolerar el convivió con esos recuerdos que a mi mente llegan sin un sólo rasguño mostrando la veracidad de los hechos.
Ciertamente me resulta agradable percibir que el pasado ya no me causa penar aun a pesar de llevarlo tomado a mi mano, a pesar de que me he mirado tantos años caminando con mi infancia, “me miro al espejo y en mi juventud emprendedora se está el reflejo inherente de una niña inocente”; los recuerdos siempre han estado aquí, jamás han huido, ni yo tampoco he evadido mi realidad. Ayer me removían la herida, ahora las resguardo entre mis brazos.
Cabe mencionar que no sólo fue la lucha constante de vivir en comunión con aquel manojo de acciones que forjaron mi vida y que han dejado una marca imborrable en mi memoria, sino, la presencia de cariño, de apoyo, de amor inmutable, de dos ángeles que llegaron a mi vida y continúan aun en ella, que si bien no cambié por ellas, fueron un instrumento de empuje que me ayudaron a salir del lugar donde me encontraba sumergida; en ciertos momentos de cavilación he caído en la cognición de que haga lo que haga los recuerdos no se irán a menos de que me de halls haimer (cosa que dudo), así que… sólo seguiré de pie, mirándolos con aire estoico, reconociendo que ahora soy inmune a su veneno.
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