Y después de tantas lunas y tantos soles descubrí que era tanta mi preocupación por encontrarme... que me perdí en el camino...

Y tu.. ¿Ya me has encontrado?



lunes, 25 de mayo de 2015

El escritor y la lectora

Existe a menudo una rara conexión entre el lector y quien escribe, 
entre las fantasías diseñadas a través de las letras, 
de aquellos autores de realidades o temerarios pensamientos , 
de mundos tejidos con hilos de colores nunca vistos.
Creadores de amores que viven con  intensidad su apasionado sentimiento 
o que decir de los amargos adioses, los tristes desamores,  los susurros al viento. 

Dicha conexión lleva a la lectora a sonreírle, a sentir empatía aun sin conocerle, 
con el más inocente, puro y basto deseo de seguir leyéndole, 
de dejarse atrapar o seducir con el arte incontenido de su literatura,
es la lectora del autor, lo que el autor de su fuente inspiradora, 
un preludio de glorificados insomnios o laudes dedicados aquella musa ,
a la que sólo puede tocar a través de las letras,  o imaginarse danzando por su piel, 
oliendo sus cabellos, incluso quizás pecará de imaginarse su dueño.

La lectora buscará encontrarle entre las páginas, sentada en la barra de un café, 
entrecerrará los ojos mientras lee como si por alguna causa milagrosa al abrirlos el autor
pasase por su lado como si nada, porque él, el autor, está más allá de lo que una simple 
lectora es capaz de despertar, de traspasar… de inspirar.

Seguramente el autor pasará desapercibido hacia el rincón, justo
donde el destello de la luz externa apenas acaricie su ordenador o libreta, 
ahí dejará volar su imaginación e irá de nuevo al encuentro de su lira.
Quizás estarán el autor y el lector sentados a unos cuantos metros, 
el escritor añorando a su musa y la lectora esperando con ansias leer 
aquellas románticas letras…  probablemente guardando la burda esperanza 
de ser protagonista de la próxima historia.

Luna.

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