Estoy escuchando una canción y he pensado en ti… e
inmediatamente una sonrisa se ha dibujado en mi rostro, ahora me doy cuenta que
en efecto, esquivar tu imagen es inevitable.
Cavilo sobre el vaivén de tus idas y de tus ideas
que te llegan de golpe, las tomas como estandarte y no hay opción para
quebrantos y entonces partes… te vas (que vale aclarar que ya no las percibo
como huidas), antes sostenía que era bastante complejo lidiar con eso, no
porque no te quisiera presente en mis días, no, no es por eso… sólo que era
agotador; ahora entiendo que muy en el fondo me resistía a esas emprendidas
tuyas.
Nunca he necesitado de nada, ni de nadie, si una puerta
se cierra inmediatamente busco otras opciones, no he necesitado cobijo, ni
protección, ni mucho menos aprobación, alguna vez consuelo, pero ese… ese lo
brinda cualquiera. Tampoco te necesito a ti, pero aun sin necesitarte, me
resisto a dejarte ir, a ya no poder olerte, ni verte, ni probarte, ni sentir tu
piel.
¿Intuyes porque? Porque no eres necesario y sin
embargo cuando te vas miro atrás y me dueles, veo tus fotos, leo tus mensajes,
y cuando entro a mi habitación ese aroma que aún guarda a ti me devasta, siempre
pensé “cuando una puerta se cierra, dos se abren”, nadie es necesario, tampoco
lo eres tú y ese es el problema.
La última vez que alguien me cuestionó referente a
la clase de hombre que me gusta, ni siquiera ahondé en la pregunta, respondí de
manera superficial, común e intuitiva… “inteligente y divertido con eso es
suficiente… no me falta más” y es que en realidad no me faltaba nada.
Jamás ahondé en la clase de hombre que podría
atraparme de manera tal que no quisiese salir de él, que cada una de sus
cualidades cumplieran las expectativas (si las tuviese), pues jamás las tuve y
sin embargo cuando te conocí algo en mis entrañas se volcó, sufrí algo similar
a un bing-bang interno, supe (no sé cómo) que eras tú, he tratado de describir
esas emociones, sensaciones y sentimientos que han manado desde entonces, pero
no puedo, me resulta bastante complicado, no hay las suficientes palabras para
describirlo, ni una que le honre.
Y sigo sin necesitar nada de nadie, no obstante, no
quiero que tu puerta se me cierre, no me hace falta nada, ni a ti tampoco…
podría ser eso lo que me atrae de manera excesiva, ilógica y casi incoherente…
tu basta independencia, vaya ironías.
Luna