Y después de tantas lunas y tantos soles descubrí que era tanta mi preocupación por encontrarme... que me perdí en el camino...

Y tu.. ¿Ya me has encontrado?



miércoles, 10 de marzo de 2010

Pesadillas y verdades Parte III

Cuando él tenía cerca de 2 o 3 semanas preso tuve que prepararme para verlo de frente y señalarlo como culpable, la verdad estaba muy confundida, dentro de mi corazón no existía odio, por ende no le deseaba ningún mal y la idea de imaginarlo preso por varios años tampoco me tranquilizaba, lo que yo quería era que él se fuera lejos, que se apartara de mi y de mi familia, desde que se caso con mi madre consumía drogas y estas le habían enfermado, cometía cosas aberrantes y se había convertido en un ser perverso e insoportable. Un día antes de asistir a los tribunales mis abuelos paternos visitaron a mi madre, mi abuela estuvo durante varias horas hablando con ella, cuando se fueron mi madre habló conmigo, entonces entendí la razón de la inesperada visita, me pidió que dijera que todo era mentira, que ellos discutían continuamente y que ella por el resentimiento que sentía me había pedido inventar todo.
-obviamente el que no existiera violación aparente haría que las cosas estuvieran a favor de aquella falsedad- algo confundida termine aceptando. Tal vez entre tanta hipocresía la única verdad era que no disfrutaba de la situación en la que me encontraba, quería que las cosas terminaran, ya no quería continuar faltando a clases y rodando de un lugar a otro donde seguramente me volverían a preguntar sobre aquel suceso, cosa que, comenzaba a ser detestable.

Así fue como frente a mi padre y al juez dije cada una de las palabras que mi madre me había repetido una y otra vez; él salió libre y después de un par de semanas mi madre lo perdono y efectivamente... regreso a casa. No puedo describir la gran confusión que sentí en aquel momento, no entendía la razón por la cual mi madre lo aceptada nuevamente en casa, ¿Acaso lo que había hecho realmente no era tan malo?, ¿Por qué lo admitió de nuevo?, ella se justificó diciendo que no podía sola con nosotros, que éramos 4 bocas que mantener y qué ¿Qué haríamos solos? y bla bla bla, pero ¿Realmente era eso?, si mi padre sólo causaba más problemas, continuamente estaba en casa porque no tenía trabajo y si lo tenía siempre se metía en líos, pero a pesar de no estar de acuerdo con aquello, a pesar de la situación tan confusa, no tenía otra opción sólo tratar de soportar.

Hubo muchos juramentos -jamás volverá a ocurrir, las drogas ya se terminaron, trataré de ser mejor esposo y padre.- decía con la voz quebrantada, yo tenía mis dudas, sin embargo, con el tiempo se fueron dispersando.

Casi 4 años habían pasado de aquella confusa y agobiante trama, era 1ero de mayo y mi madre a solicitud de la empresa donde laboraba había tenido que asistir al desfile por el día del trabajo; un día antes habíamos asistido a la boda de uno de los hermanos de mi padre, así que me sentía algo desvelada, mi padre estaba en casa –algo que comenzaba nuevamente a ser común- también un primo de él quien había pasado ahí la noche, después de terminar en casa con las labores de limpieza mis hermanos fueron a jugar futbol a una cancha que estaba relativamente cerca; ya no necesitaba estar acompañada mis miedos habían desaparecido, además, tenía bastante sueño y me sentía muy cansada así que me recosté en la parte baja de la litera donde no tarde en conciliar el sueño, de pronto, sentí que alguien me movía.
-Levántate y vete al cuarto, aquí está tu tío y no es correcto. Me dijo mi padre en voz baja.
Sin decir palabra me puse de pie y fui al cuarto de mis padres donde nuevamente no tarde en quedar profundamente dormida, hasta que sentí que alguien estaba tocándome, entreabrí mis ojos y con horror descubrí que era él, otra vez él, mis lagrimas comenzaron a ser eminentes,
-Me mintió a mí y le mintió a mi madre ¿Por qué?- repetía en mi mente, suplique con toda mi alma que si existía alguien grande y con poder suficiente me ayudará, con los ojos cerrados y la mandíbula apretada, imploré,
-No me dejes sola, por favor, no otra vez.-
De pronto se escucharon fuertes golpes que provenían de la puerta de entrada a la casa, mi padre se levantó rápidamente y fue a abrir, mientras yo solté en llanto mientras me vestía,
-¿Te pasa algo?- Pregunto el más pequeño de mis hermanos que se encontraba inesperadamente en la puerta de la habitación.
Yo no podía responder, había algo que apretaba mi garganta y no podía articular palabra, las lágrimas comenzaron a rodar hasta empapar mis mejillas.
-¿Qué te pasa?- Pregunto mi hermano con insistencia
-Nada, nada ¿Por qué?; ¿Qué traes ahí?- le pregunte al ver que tenía algo entre sus manos.
-Es una piedra, creí que la necesitaría.-
-Necesitar ¿para qué?
Entonces fue que me contó
-Estaba jugando futbol, de portero, entonces sentí que algo malo te ocurría, clarito escuche como una voz me decía que viniera a casa porque algo malo pasaba, así que sin explicarle nada a Lorenzo y Francisco tomé una roca y corrí hacia la casa.
La verdad parecía de locos, ¿cómo podía ser que de la nada escuchara una voz?, que alguien le advirtiera sobre lo que me estaba pasando, aunque me era difícil creer o entender lo que mi hermano me contaba, sólo había una causa que en lo particular explicaba lo sucedido.
-Entonces, si me escuchaste!!, no me dejaste sola.- Pensé

Recuerdo que mis hermanos llegaron unos minutos después y mi padre salió de la casa, y regresó un poco antes que mi madre, nosotros estábamos recién bañados y vestidos ya que aquella tarde iríamos a visitar a mi abuela materna.
Entré a la habitación de mis padres para preguntarle a mi madre si ya nos íbamos, él se encontraba sentado en la cama, entonces fue que, su mirada y la mía coincidieron, mientras que en su rostro se dibujaba aquella sonrisa diabólica –la cual veía como burla y me hacía sentir humillada, su maldita sonrisa pisoteaba la poca dignidad que me quedaba, todo lo demás ya me lo habían arrebatado, ya no tenía inocencia, ni infancia, ni tranquilidad, ni felicidad, ni nada que pudiera brindarme en aquel tortuoso momento un poco paz- mi madre termino de maquillarse y salimos de la casa.

En el camión, camino a casa de mi abuela, sentía que todo me daba vueltas, las nauseas no tardaron en hacer acto de presencia, y las lagrimas llenaban continuamente mis ojos para después desbordar y rodar sobre mis mejillas, mi madre no se percato de aquello pues yo estaba completamente con la vista a la ventanilla. Pero al bajar mientras caminábamos hacia con mi abuela,
-¿Y a ti que te pasa?
-Nada.- Conteste con tono agresivo.
-¿Cómo nada?, si se nota que tu traes algo, dime qué te pasa.
-Ya te dije que nada!!-
Entonces se detuvo, me tomó de un brazo y me miró de frente.
-¿Me vas a decir qué es lo que te pasa?
Entonces, aquella impotencia de cuando niña, aquella inocencia se volvió coraje y casi con grito detonante expulse aquellas palabras,
-Mi padre me tocó, lo hizo nuevamente y yo no voy a regresar a la casa, le voy a contar todo a mi abuela y le voy a decir que me quiero quedar con ella.-
-Haber, haber, tranquilízate, en casa de tu abuela hablamos pero, con ella no puedes quedarte, mi madre tiene cosas que hacer y no se puede ocupar de ti.
Así fue que mis 2 madres (mama y abuela) hablaron, yo ya no regresé a casa, mi madre habló con mi padre, quien se fue de casa, y un año después mi madre se fue al extranjero empujada por la falta de dinero para mantenernos –o al menos eso quiero creer- quedamos mis 3 hermanos y yo viviendo en casa de mi madre con mi abuela –quien fue para nosotros la luz, en la oscuridad-

Después de esta escena siempre despertaba, estremecida, confundida y con mi autoestima por los suelos, preguntándome ¿qué tanta culpa tuve de esto?, cargando con la parte que, por un gran tiempo, consideré me correspondía.

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