Ya cientos de veces me ha sucedido
eso de disolverme en el hervor del café
mientras el humeante vapor
se esparce por los rincones
dejando su esencia, su olor,
impregnándose en el aire,
cortejando al olfato,
seduciendo al gusto,
y se apodera de mi deseo por consumirle,
por beberle, lentamente, sorbo a sorbo,
y me diluyo en su sabor exquisito,
en su color místico,
y me diluyo con el tiempo
y el espacio en una taza de café.
Luna
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