No te me vas ni un centímetro
ni un minuto
ni un sólo instante
ni un sólo día
sigues aquí mujercita menguante.
Si la distancia inundaba el alma
tu presencia ahogaba las duras penas
porque eras tú en mis batallas
cual escudo de acero quien protegía mi anhelo.
No desistí
ni tampoco sufría
volver a verte
escuchar tu voz enérgica
y tu risa coqueta
alimentaban mi lucha
y me mantenían de pie
con sublime fortaleza.
Soles marcaban con llagas mis pieles
pero las lunas de noche las aliviaban
nunca olvidé que al otro lado del mundo
estabas tú lucecita de mis noches oscuras
ver la muerte de frente ahogo esta mi cobardía
tomaré tu mano con fuerza
esa que no he soltar más nunca
Rigo
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