“Señor” quizás más que sólo eso
pero jamás menos,
“señor”, por su influencia,
por su enorme nobleza,
por su tremenda heroicidad,
“señor” por su entereza
y su despojo nativo.
Señor mío, de todos,
o de sólo algunos,
de la existencia y del cosmos;
de pasos firmes y serenos
de amor infinito
y sentido universal,
fundido en el tiempo
y en el espacio abismal.
“Señor” que hace palpitar
fuertemente el corazón,
que desnuda almas,
quién mira más allá
de las fachadas,
de sonrisa escueta
pero pasmosa,
“Señor” sin alfa y omega
que antes de hablar, observa
y sabe cuándo callar.
“Señor” con alma de niño
pero de espíritu en llamas,
hombre juguetón y
sorprendentemente persuasivo,
a quien mi ser admira,
y vive en gratitud;
por sus enseñanzas de vida,
por sus palabras sinceras,
y su mano amiga.
“Señor” mío, de todos,
o de sólo algunos,
si la existencia es compasiva
y afanosa su indulgencia
ha de permitirnos el
privilegio de tenerle
ante numerosos soles,
y apaciguadas lunas,
con sus inmortales
palabras acertadas,
y esas otras arrojadas,
“Señor” mío, de todos,
o de sólo algunos,
crea en mis palabras cuando digo
conocerle ha sido un gran placer,
jamás habrá frase que honre
éste sentir, que es conmoción
en las entrañas e imposible de contener,
Señor mío, mi hermano,
mi leal y amado amigo.
Luna
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