Y después de tantas lunas y tantos soles descubrí que era tanta mi preocupación por encontrarme... que me perdí en el camino...

Y tu.. ¿Ya me has encontrado?



viernes, 8 de agosto de 2014

A nada, a nadie se puede culpar

No puedo odiar a la vida, 
ni maldecir la existencia, 
después de haber caído
por milésima vez,
y haber humedecido la almohada 
por noches enteras,
no puedo odiar a mis padres
por haberme apresurado
a ser adulta en mi inocencia
esa misma que vi pasar de largo, 
o por haber estado presentes
de título y ausentes en físico. 

No puedo insultar a la existencia
por mi a veces terrible presencia, 
de esas mis caídas continuas 
y los efectos por defecto adversos
en los que a veces me llevo de paso
a la gente que más amo. 

No puedo maldecir el vivir, 
que sin pensar he dañado al sentir, 
o por no saber ni poquito fingir,
o por ser un alma rebelde, 
imparable, necia, testaruda, 
porque entre tanto y tanto
aun con la mirada en alto
he aprendido observar lo que está abajo
y fundirme en las insignificancias
donde dejo de hacerme la ruda.

No puedo refutar el camino tomado
los baches, los duelos, los dolos,
los abismos, caídas y golpes 
la manía de reírme de la realidad cruda, 
si por ellos, por todo, de todo,
soy lo que soy y he vivido sin suprimir
ni un instante, ni pasado, ni presente,
porque ello me ha hecho comprender 
que se está aquí para actuar un papel de obra,
donde puedes decidir representar
al sufrido o al gozoso.

No puedo maldecir a la vida, a la existencia
o al estrecho y arduo camino 
que aun en la ausencia de inocencia 
yo decidí “permanecer” y “ser” de tal manera.

Luna



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