El dolor quiebra los huesos,
me perfora la piel,
me revienta la cabeza,
cansancio en el alma,
pero la mente no para,
insomnios de castigo,
que azotan mi espalda,
hueso a hueso cada uno revienta;
el cuello y las manos duelen y pican,
los pies se hacen tabla,
los dedos rígidos que ya
no teclean,
que silencian mis palabras,
y una vez por treinta
con terror me acecha,
alfileres que atraviesan
por todo mi cuerpo,
mis piernas golpeadas
mi cadera dislocada,
dolor que deprime,
que traiciona,
y me derrumba,
que lacera mi vida,
ella entierra mi tumba,
pero yo no permito que siga,
y trato de enfrentar como una guerrera,
porque aún sin huesos,
sin carne y mente,
mi aliento sediento está de victoria.
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