Ya no más besos en la frente,
ni café de dos por las mañanas,
ni tus grandes ojos abriéndose
para iluminar la oscuridad de la alcoba,
no más tus sonrisas encantadoras,
ni tus brazos resguardando por las noches
mis cientos de temores.
Ya no más problemas para resolver juntos,
ni días lluviosos tirados en el sofá,
ni nieve de frutas ácidas servidas en la boca,
no más escapes de tus manos traviesas
por toda la casa o a lo ancho de la cama,
ya no más tus besos dulces sabor a fresas,
ni tu carita tierna que miraba por horas.
Ya no más fines de semana adorados,
viernes de solteros en casa,
en los que bebía de tus manos,
ni dos cómplices clandestinos de noche,
ni horas desmedidas sumidos en conversaciones,
ni tiempos eternos ni noches fugaces.
Ya no más tu y yo
ni el collage que prometimos crear,
de esas fotos de lo largo del trayecto
cuando viejecitos quisiéramos mirar,
no más tus manos secando mis lágrimas,
o mis labios enjuagando las tuyas,
ya no más tu corazón que sentía
a cada día fuertemente palpitar.
Luna.
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