Tomé la pala y el pico y corrí al jardín
con furia comencé a cavar sin sentir,
el corazón latía con fuerza como si fuese a salir,
recordaba tus cartas, tus caricias, lo bien que
supiste fingir,
me ahogaba el dolor, me ahogaba la furia,
la arena se esparcía y una que otra piedra
golpeaba mi piel,
grité y lloré amargamente mientras tu nombre
maldije,
estaba ahí sin ti, debajo del jazmín con ese olor inigualable que me habia dado paz
mismo que fue tragado por el peso de mis
emociones,
el hueco era ya lo demasiado profundo,
y ahí… de pie, terminé devastándome,
de rodillas me pregunte el ¿por qué?
¿Qué de mal te hice yo?
¿por qué causarme tanto dolor?
Con gran agitación comencé a lanzar las cartas
y cada obsequió que guarde de ti,
me arranque las caricias de la piel,
me quedé seca en lágrimas, todas las enterré,
las sabanas que tantas veces enredaron nuestros
cuerpos,
las muchas letras que con amor te escribí,
y el inmenso amor que había en mi corazón;
comencé a sepultar los testigos de mi amor,
desaparecí todo rastro de ti, del “nosotros”,
y en mi mente figuré la frase de tan prodigiosa
lápida
“Yace aquí los restos de un terrible y falso amor”
Luna
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