Profeso lo que quiero creer;
maquilo historias inexistentes,
una pinche frase tuya basta para perderme,
la confusión es sólo culpa mía,
producto de mis deseos,
o de mi ego caprichoso.
Me pudre tu lejanía
que disfrazas astutamente
con cercanía,
¿entes ególatras?
o ¿seres cobardes para amar?
Siento la necesidad de tenerte,
de saberte, de sentirte,
después te maldigo
y me maldigo por quererte.
Me ahogan los sábados,
muero un poco los domingos,
mi mente liberada no para de
pensarte, adoro estas punzadas
que se expanden por las vísceras
y someten libremente mis emociones.
Quererte resulta deliciosamente doloroso,
tanto que, no sé si abandonar el hábito
de recordarte, o pensarte más para embriagarme.
Eres el pretexto justo,
para abatirme sobre la sala y pasar
las horas añorando lo que jamás será,
y prolongar el éxtasis de recorrer tu senda vacilante.
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