Y entonces al final escribí… ¡Te extraño!!

Y presioné enviar; casi al instante quise detener aquel mensaje, estruje el teléfono como sí éste al sentir asfixia arrepentido me regresaría el mensaje, tarde me llegó el arrepentimiento, algo típico en mí, decir las cosas como las siento y al momento (dícese, peco de imprudente) y la mente humana es como un menjurje de telarañas (das un paso atrás y las llamadas no paran, das un paso adelante y entonces desaparecen)… no era ego lo que me hizo lamentar el envío de aquel mensaje, era el temor de que sintieras que ya me tenías y entonces dejaras de buscarme.

Me lo repetía vanamente “abre tu mente y no la boca”, aah pero no entiendo.. carajo!