Él había adquirido el hábito de fundirse en la poesía,
Ella el de perderse entre un par de ojos y mejillas,
Él había dejado su realidad hacía ya dos estaciones,
A ella la vida le incendiaba uno a uno sus sueños,
pero aun en la sumisión del dolor más despiadado
el amor les mostraba la belleza de haber habitado dos corazones incrédulos.
Luna.
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