“Nada es para siempre… ni la vida, ni los sueños, ni tampoco el amor”… lo sé porque la gente lo repite, pero yo no lo comprendo.

Con frecuencia le parafraseo mentalmente, porque mi sentido no es razonable, sino todo lo contrario terco, testarudo y caprichoso, también lo escribí en mi blog de notas para leerle al levantarme y por las noches antes de acostar y así recordarme que por mucho que lo desee “esto” tampoco será eterno. Mi corazón jamás me ha engañado, sé que algún día te irás y no quiero odiarte por tanto amor, porque me he aferrado a ti de una manera enferma y tampoco quiero llorar, detesto llorar –aunque lloro prácticamente por todo – 

Me han dicho que nada nos pertenece, que el amor es libre pero ¿cómo jodidos se logra eso? será entonces que éste amor es falso, porque yo quiero poseerte hasta el último de tus rincones, quiero ser de ti y que tú seas de mí, como cuando unimos nuestras manos, o los labios o los sexos… y que alguien me explique si el miedo en verdad muere con el amor, porque el mío sigue latente en mi pecho, en la garganta y en cada una de mis neuronas… 

Que nada es para siempre, me lo repito una vez más… y cuando te vayas me pregunto ¿qué es lo que más extrañarás? mis cabellos enmarañados o la infinidad de imperfecciones que me hacían perfecta a tus ojos, mis pechos que no parecían pechos, o las marcas que dejabas en mis nalgas o mis piernas atléticas que tanto palpaste o la espalda en la que escribías poesía con tu boca… será eso o mi locura, mi humor que estallaba sin aviso, o lo gemidos que terminaban disueltos en aguas saladas y carcajadas; tal vez te recuerde alguna compulsiva por la limpieza y en lugar de sacarte de quicio te robe una sonrisa alguna niña caprichosa…

Nada es para siempre y duele… duele… pero no dejo de repetírmelo, tengo la esperanza que en algún momento esta mente aferrada termine comprendiéndolo. 

Luna.