Me enamoré más que de sus pupilas
de su manera de ver la vida,
más que de sus dedos
de esas caricias que me encienden y arden la piel,
más que de su boca de sus sabias palabras,
me enamoré de su indiferencia
y su frialdad cuando no encuentra sentido,
de su silencio que me calcina las entrañas
y envenena mi garganta,
de ese mismo silencio que
me hace embelesarme en su boca y en su mirada,
me enamoré de ese hombre que sonríe poco,
pero hace sonreír mucho,
y más que de todo aquello loco que sale de su boca,
de lo que calla,
me enamoré de sus portales abiertos,
de su invitación a pasar a ese rinconcito suyo,
de la fortuna de conocer sus paredones
que más que amurallar, libertan,
me enamoré más que de su manera
de saborear mi cuerpo, mis sombras,
de la manera que toca lo intocable
y compone música muda
que sólo puedes escuchar si se eres capaz
de descifrar sus gestos y su silencio,
me enamoré más que de sus años,
más que de sus barbas,
más que de sus besos
y su inocencia
y su picardía
y sus necedades,
más de lo que otros son capaces de ver en él,
de lo que creen que es,
me enamoré de eso que no se ve,
ni se oye,
ni se degusta,
ni se siente;
Se vive… sólo se vive.
Luna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario