Desde niña he sabido que no es sencillo caminar a mi lado, al punto que, como toda buena fémina hay momentos en que ni yo me soporto, días en que los fantasmas brotan. Vivo tratando de menguar mis ángeles y demonios, pero en ocasiones inesperadas la maldad vence, la falta de cordura (como es de suponer) me lleva a decaer y manifiesto en el espejo a "mi enemiga" que trae consigo la flagelación “como primer degradante”, seguidamente la ofensa, la culpa y el largo etcétera de maquinaciones tortuosas, al término yacen por los suelos pedazos de mi imagen bizantina.
Con el ánimo desahuciado… por alguna razón (desconocida a mi intelecto) la vida siempre me tiende la mano una y otra y otra y otra vez, es entonces cuando me encuentro con sus ojos… pequeños luceros, puertos rasgados donde se tiñe mi alma de paz, donde la voraz carnicera cambia a niña, y los retazos de mi alma vuelven poco a poco a unirse.
¿Quién eres tu pequeño de ojos hechiceros? ¿Y cómo haces para hacer nobles mis nubarrones más endemoniados? Noble caballero ¿cuánto más a de tolerar tu armadura de hierro?
Luna.
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